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hace 4 semanas,
El Ministerio de Cultura ha declarado la técnica y producción del pisco como Patrimonio Cultural de la Nación, otorgándole un reconocimiento aún mayor a esta bebida emblemática de la identidad peruana.
Este reconocimiento, como Bien Inmaterial integrante del Patrimonio Cultural de la Nación, resalta los conocimientos, técnicas y valores ligados a los sistemas tradicionales de producción del pisco en diversas regiones del país.
En particular, incluye los valles costeros de Lima, Ica, Arequipa, Moquegua y los valles de Locumba, Sama y Caplina en Tacna.
La declaratoria no solo destaca la tradición de su producción, sino también la profunda conexión que cada localidad mantiene con el pisco, un vínculo que une generaciones y forma parte de nuestra memoria colectiva.
La producción del pisco no es solo un proceso técnico; es una tradición ancestral transmitida de generación en generación.
El proceso comienza con el cultivo, selección y tratamiento de la uva pisquera, pasando por las fases de vendimia, pisa, fermentación, y culminando en la destilación, reposo y consumo de la bebida. Cada etapa es un reflejo de un saber profundo y milenario, caracterizado por el uso de métodos tradicionales y específicos que garantizan la calidad y pureza del producto. No se añaden azúcares, agua ni aditivos, lo que da lugar a un aguardiente puro, tal como lo establece la Denominación de Origen del pisco.
Este proceso productivo va más allá de la técnica; se entrelaza con la cultura y la identidad de cada región productora. En los valles de Ica, Lima, Arequipa, Moquegua, Tacna y otros, el pisco es mucho más que una bebida alcohólica: representa una historia y una tradición familiar que se mantiene viva y se celebra en festividades, encuentros y rituales que han perdurado a lo largo del tiempo.
El pisco no solo tiene un proceso de producción emblemático, sino también una historia que se remonta al siglo XVI. Según los cronistas de la época, como Cristóbal de Molina y Pedro Cieza de León, el término «pisco» proviene de la palabra quechua pisku, que hace referencia a las aves que habitan la costa central del Perú, un vínculo entre la fauna, los territorios y la tradición vitivinícola.
Este nombre, asociado también al puerto de Pisco en Ica, se utilizó para denominar tanto a la bebida como al recipiente que la contenía, un proceso que dejó huellas en la historia mediante documentos como las escrituras públicas de los siglos XVI y XVII.
Estos documentos, que la UNESCO incorporó recientemente al Registro Memoria del Mundo de América Latina y el Caribe, destacan la importancia del pisco en la vida social y económica de la época.
Un ejemplo clave es una escritura de 1587 que menciona por primera vez los términos “aguardiente” y “caldera”, lo que demuestra que ya en ese entonces se elaboraba esta bebida en el valle de Ica. Este reconocimiento a los orígenes del pisco reafirma su valor cultural y su conexión con la historia del Perú.
La producción del pisco, a lo largo de los siglos, también ha dado lugar a la creación de espacios emblemáticos como bodegas y viñedos, muchos de los cuales siguen en funcionamiento hasta hoy. Estos lugares no solo son escenarios de la producción, sino que también reflejan la evolución de las técnicas de destilación y los cambios en la viticultura peruana. Desde finales del siglo XVI y principios del XVII, las bodegas fueron adaptándose a las particularidades de cada región, lo que permitió el desarrollo de estructuras que han perdurado hasta nuestros días.
De hecho, en 2019, inscribieron el patrimonio de las bodegas y viñedos para la producción tradicional de pisco en la Lista Indicativa de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial de la UNESCO, lo que subraya la importancia de estos espacios no solo como centros de producción, sino como custodios de una tradición viva que forma parte esencial de nuestra identidad.
A lo largo del tiempo, el pisco ha sido mucho más que una bebida; ha sido un vínculo generacional, un símbolo de la memoria colectiva y un orgullo nacional. Cada copa de pisco que se sirve hoy es una celebración no solo del arte de la destilación, sino también de los lazos que nos unen como pueblo. La declaración de los sistemas tradicionales de producción del pisco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación refuerza este compromiso con la preservación de nuestra cultura y nuestra historia.
El pisco es memoria, tradición y, sobre todo, identidad. Como bien señala la Resolución Viceministerial N° 000058-2025-VMPCIC/MC, que resalta la técnica y producción del pisco, busca salvaguardar los sistemas tradicionales de producción para que las futuras generaciones sigan disfrutando no solo de una bebida única, sino de la rica herencia cultural que la acompaña.
El pisco sigue siendo un símbolo de nuestra identidad, no solo como bebida, sino como testimonio vivo de la historia, la cultura y el esfuerzo de generaciones de productores. Es un legado que, al ser reconocido y protegido como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación, tiene la oportunidad de seguir fortaleciéndose y enriqueciéndose, para que las futuras generaciones puedan continuar disfrutando de este legado. El pisco no es solo una bebida: es una parte fundamental de la historia y el alma del Perú.
¡Salud por el pisco, por nuestra memoria y por el futuro que seguimos construyendo sobre nuestras tradiciones!
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