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hace 1 semana,
La madrugada del domingo 4 de mayo, el fútbol peruano cruzó una línea peligrosa. Un grupo de desconocidos llegó hasta la sede de la Federación Peruana de Fútbol (FPF), en el distrito limeño de San Luis, y empapeló su fachada con carteles que contenían amenazas de muerte a árbitros de la Liga 1. El hecho, ocurrido a plena calle y sin temor a cámaras o testigos, confirma que la violencia ya no se queda en las tribunas: ahora golpea las puertas de las instituciones.
Los testigos vieron al grupo actuar con rapidez. A las 2 de la mañana llegaron a la cuadra 20 de la avenida Aviación, pegaron los afiches, tocaron la puerta principal de la FPF y huyeron sin dejar rastro. En los carteles se leen mensajes directos de amenaza a los jueces del campeonato y un hashtag que no deja lugar a dudas sobre el contexto: #AlianzaSeDefiende. Más abajo, insultos dirigidos a la Liga 1 y a la CONAR (Comisión Nacional de Árbitros) completan el mensaje.
Este acto intimidatorio estalla apenas horas después del polémico encuentro entre Alianza Lima y Cienciano por la fecha 11 del Torneo Apertura, en el que el equipo blanquiazul cayó 0-1 en Matute. La actuación del árbitro Bruno Pérez generó duras críticas desde diversos sectores, pero la indignación se desbordó en redes sociales y ahora se traduce en acciones violentas fuera del campo.
La policía de la Comisaría de San Luis llegó al lugar tras el aviso de los vecinos y custodió las instalaciones y al personal de la FPF. Hasta el momento, ni la federación ni la CONAR se han pronunciado oficialmente sobre lo ocurrido, mientras el ambiente futbolístico permanece crispado.
Las críticas al arbitraje forman parte del fútbol, pero la amenaza, el amedrentamiento y el odio no. Hoy los árbitros están en la mira, pero mañana podrían ser los jugadores, dirigentes o periodistas. Si la sociedad normaliza este tipo de agresiones, el deporte dejará de ser pasión para convertirse en campo de guerra.
El fútbol necesita justicia, sí, pero también necesita respeto. Porque cuando el miedo entra al estadio, lo último que se pierde no es la pelota, sino la esencia misma del juego.
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