Publicado
hace 9 años,
Nos debe estar pasando a todos y debe haber generado igual reacción en todos: Ser tratados como idiotas por quienes han lucrado de sus cargos de manera vil, desde presidentes de la República hasta alcaldes de los más recónditos distritos, pasando por una primera dama que le cuesta mucho caminar derecho. Y todos con una misma explicación, que hicieron lo incorrecto, pero no lo ilegal. Y maltratan nuestra inteligencia, mezquinan nuestro sentido común.
Época de vergüenza, con autoridades sin el mínimo asomo de arrepentimiento ni enmienda, con el protagonismo mediático de abogados excelsos burlando la débil resistencia de nuestro deficiente y desactualizado marco jurídico contra la corrupción. Riéndose de benevolentes penas, de esas tenues inhabilitaciones temporales en la función pública. En suma, de la inexistencia de ejemplares castigos a desleales autoridades que se embolsican millonarios botines del dinero público, en complicidad con malos jueces, fiscales, policías y con un séquito de infelices profesionales puestos al servicio de lacras humanas que han instalado y mantienen la corrupción como la manera más fácil de hacer dinero, sacando provecho de lo inservible que resulta una sociedad civil con su atención absorbida por el morbo que impregnan traseros, músculos y tetas de los escándalos faranduleros que ocupan grandes titulares en diarios y revistas, y que arrasan con el rating en triviales entrevistas televisivas.
Y así tenemos que soportar los risibles descargos del ex presidente Toledo por las millonarias propiedades de su suegra; la ridícula defensa del bloque nacionalista por los aportes millonarios llegados de Venezuela y por los exagerados lujos de Nadine Heredia con tarjeta de crédito ajena; y los esfuerzos apristas por tapar la evidente corrupción instalada en la segunda gestión de su líder Alan García.
No contentos con aquella desgracia nacional, vivimos tragedia aparte con nuestro nuevo gobierno regional en Ancash: El desfile de cuestionados personajes con cargos bajo el brazo, obtenidos como premio al apoyo económico, político o lambiscón durante la campaña electoral a favor del gobernante regional Waldo Ríos.
La pesadilla no termina, falta cubrir cargos de confianza y debemos contener las náuseas cuando sepamos quiénes son los demás “afortunados”. Un mortal golpe a la meritocracia que habla por sí sola de la improvisación e incapacidad moral de quien, de rodillas, recibió el dinero sucio del fujimontesinismo.
Así estamos en nuestro pobre país. ¿Debemos acostumbrarnos a la conducta de nuestros políticos, con esa conchudez que se le ha hecho muy natural, la del caradura, la del “Pepe el vivo”?
Cómo envidio la práctica política de otros tiempos. La sana. La decente.
Director de la revista “La Voz del Pescador”