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hace 1 semana,
Tripulación sigue desaparecida. Diez días. Ese fue el tiempo que separó la desaparición de la embarcación «Yeick y Dylan» de su hallazgo por parte de la Marina de Guerra del Perú frente a las costas de Áncash. Diez días de angustia para las familias de seis hombres del mar que partieron y aún no han regresado. Diez días tras los cuales solo se encontró la nave… vacía.
El hallazgo de la «Yeick y Dylan» no trajo alivio. Al contrario, incrementó el desconcierto y el dolor. El barco, reportado como desaparecido el pasado 22 de abril, fue ubicado tras un operativo naval que incluyó rastreos con drones, sobrevuelos y buzos tácticos. Sin embargo, no había señales de los seis tripulantes: ni cuerpos, ni chalecos, ni rastros evidentes de lo que pudo haber ocurrido.
La información fue confirmada a través del Aviso de Capitanía N.° 043-2025. Según el reporte, la embarcación fue hallada a la deriva, parcialmente sumergida y con evidencias de daños en su casco, pero sin señales claras de un choque o abordaje externo. Las causas del naufragio aún no han sido determinadas, y lo más desconcertante es la ausencia total de los pescadores a bordo, es decir, la tripulación sigue desaparecida.
Se trata de:
Los familiares de los desaparecidos, agrupados frente a la Capitanía de Puerto de Chimbote, han iniciado vigilias y conferencias de prensa pidiendo que las operaciones de búsqueda no cesen. También han exigido mayor transparencia sobre el estado en que fue encontrada la nave y la posibilidad de que se trate de algo más que un accidente.
Las desapariciones en el mar no son nuevas en el litoral peruano, pero este caso ha llamado la atención por la falta total de pistas. En muchos naufragios, los equipos de rescate suelen hallar pertenencias, salvavidas usados, bengalas, o al menos restos que permitan reconstruir lo sucedido. Esta vez, nada.
¿Pudieron los tripulantes haber sido rescatados por otra embarcación y no reportados? ¿Saltaron al mar y fueron arrastrados por las corrientes? ¿Hubo una falla técnica que no dio tiempo de pedir ayuda? ¿Podría tratarse incluso de un acto delictivo o de trata de personas, como algunas voces han comenzado a sugerir entre los familiares?
Estas interrogantes, lejos de ser resueltas, se multiplican. Los especialistas en navegación consultados por medios locales han señalado que los patrones de corrientes en la zona pueden arrastrar a una persona varios kilómetros mar adentro en pocas horas, haciendo muy difícil una localización si no se actúa con rapidez. Aun así, no descartan otras hipótesis, incluyendo sabotaje o conflicto a bordo.
El caso de la “Yeick y Dylan” refleja una realidad muchas veces silenciada: las condiciones precarias en las que navegan cientos de embarcaciones pesqueras artesanales y semiindustriales en el Perú. Aunque la Capitanía exige ciertos estándares de seguridad, no todas las embarcaciones los cumplen, y no siempre hay fiscalización adecuada.
Además, muchos de los tripulantes son migrantes o trabajadores informales, sin seguros de vida, sin contratos formales, sin acceso a GPS ni radios satelitales. Si algo ocurre en altamar, lo más probable es que nadie lo sepa… hasta que sea demasiado tarde.
A la fecha, la Marina ha confirmado que las operaciones de búsqueda seguirán en curso, con apoyo de unidades marítimas y aéreas. Las familias, por su parte, han solicitado intervención de la Defensoría del Pueblo y de la Presidencia del Consejo de Ministros para que se priorice el caso, mientras tanto, la tripulación sigue desaparecida.
Mientras tanto, la comunidad pesquera de Áncash, golpeada por este nuevo drama, sigue esperando respuestas. El mar, testigo mudo de tantas vidas perdidas, guarda aún el secreto de lo que ocurrió aquella madrugada.
En la “Yeick y Dylan” iban seis hombres. Seis trabajadores. Seis familias que esperan. Y un país que no debería mirar hacia otro lado cuando el mar se traga a sus hijos sin dejar rastro.
Porque cuando una embarcación aparece, pero sus tripulantes no, la noticia no debe cerrarse: debe comenzar a abrir interrogantes más profundas.
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