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hace 1 semana,
Una llama encendida por el odio terminó apagando una vida. Así se resume el brutal parricidio en Nuevo Chimbote y que, meses después, ha culminado con una ejemplar sentencia: 30 años de prisión efectiva para Boozabel Vicente Vergaray Bonifacio, hallado culpable de prender fuego a su padre hasta causarle la muerte.
El hecho ocurrió la noche del 23 de diciembre de 2023, en una vivienda del asentamiento humano «San Juan Bautista». Según la investigación fiscal, Boozabel —de larga historia de violencia intrafamiliar y consumo de drogas— se encontraba fumando sustancias alucinógenas en la habitación de su padre, José Vergaray, cuando este le reclamó por su conducta. La respuesta fue tan salvaje como inesperada: le arrojó alcohol líquido y lo encendió con un encendedor.
José, convertido en una antorcha humana, salió corriendo mientras pedía ayuda. Vecinos alertaron a la policía y al personal médico, que lo trasladó de urgencia al hospital regional. Presentaba quemaduras de segundo y tercer grado en el 65% de su cuerpo. Fue derivado al hospital Arzobispo Loayza en Lima, donde, pese a los esfuerzos médicos, falleció en la víspera de Navidad.
La escena que dejaron las llamas hablaba por sí sola: colchones carbonizados, paredes tiznadas y una familia destruida. La madre del agresor no se encontraba en casa: había viajado a Lima para pasar las fiestas. Cuando regresó, ya nada era igual.
El Ministerio Público no dejó espacio a dudas. El caso fue sustentado con firmeza por el fiscal provincial penal Carlos Moreno Rentería y el fiscal adjunto José Luis Osorio Sánchez, del segundo despacho de investigación de la Segunda Fiscalía Provincial Penal Corporativa de Nuevo Chimbote.
Tras una ardua labor probatoria, los magistrados lograron que el Poder Judicial condenara a Boozabel Vergaray a 30 años de pena privativa de libertad por el delito de parricidio. Además, se le impuso el pago de 50 mil soles por concepto de reparación civil a favor de los deudos.
La sentencia no solo marca un precedente judicial, sino también un mensaje categórico: la violencia familiar no será tolerada y los responsables serán castigados con el máximo rigor de la ley.
Este caso refleja una problemática muchas veces silenciada: la violencia doméstica ejercida por hijos hacia sus propios padres. Las adicciones, el deterioro emocional y la normalización del maltrato cotidiano suelen preceder tragedias como esta.
La historia de José Ruperto Vergaray terminó entre llamas, pero también encendió una alarma que debe llevarnos a mirar con más atención, lo que ocurre puertas adentro en muchos hogares.
Hoy, la justicia le ha dado voz a una víctima silenciada. Y aunque la sentencia no devolverá la vida que se perdió, sí reivindica la verdad y la memoria de un padre que murió pidiendo auxilio.
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