Áncash

La caída de los reyezuelos de Áncash

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La historia de Áncash es una historia de corrupción y abuso de poder. Los que se creían dueños de la región, se aprovecharon de su posición para beneficiarse a sí mismos y a sus allegados, sin importarles el bienestar de la población ni el desarrollo de la zona.

Con una red de complicidades y coimas, manipulaban las obras públicas, inflaban los presupuestos, favorecían a sus empresas y se quedaban con una parte del dinero. Así, construían obras de mala calidad, que ponían en riesgo la vida de las personas y el medio ambiente.

Todo era un negocio redondo para ellos, que se sentían intocables e impunes. No tenían ni vergüenza ni respeto por nadie, solo por su ambición desmedida. Pero tarde o temprano, la verdad sale a la luz y la justicia llega.

Estos reyezuelos de Áncash han caído uno a uno, y han quedado al descubierto sus delitos y sus mentiras. Ahora tendrán que rendir cuentas ante la ley y ante el pueblo que tanto daño les hicieron.

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La historia de los reyezuelos de Áncash es una de codicia, abuso y traición. Estos personajes se aprovecharon de su posición para saquear los recursos públicos, comprar voluntades y silenciar a sus opositores. Por eso, ahora hay muchos procesados, encarcelados o fugados, que temen enfrentar las consecuencias de sus actos.

Los que aún están libres deben vivir con el miedo de ser capturados, pues en su época de gloria se creían intocables y hoy, se esconden como ratas. Algunos han recurrido a maniobras legales para evitar la prisión preventiva, que tanto usaban para amenazar a los que se les resistían. «Te voy a meter preso», decían.

Lo que antes era un poderoso gobierno regional de Áncash ahora está hecho pedazos, con el suspendido presidente regional, César Álvarez, tras las rejas en el penal de máxima seguridad de «Piedras gordas» en Lima, junto con sus principales colaboradores y más de 45 personas con orden de prisión preventiva por parte del Poder Judicial, muchas de ellas fugitivas por miedo a la cárcel.

Finalmente, todo esto nos recuerda la célebre frase del alemán Georg Christoph Lichtenberg «Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto», pero muy vigente en estos días en que, el colectivo nacional ha conocido de forma irrefutable que los que «mandaban» en Áncash, desde hace mucho tiempo, habían perdido la vergüenza.

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