En la provincia de Pallasca, Áncash, también se celebran fiestas patronales, una tradición común en diversas regiones del Perú. Cada localidad, ciudad o provincia tiene sus propias festividades, algunas de las cuales han alcanzado renombre internacional y atraen a miles de turistas cada año
Cuando los españoles llegaron al Imperio Inca en 1532, los indígenas que habitaban el vasto territorio del Tahuantinsuyo no conocían el cristianismo ni la Biblia. Ellos rendían culto al sol (Inti), a la tierra (Mamapacha), a la luna, a los cerros o apus, y a otras divinidades como el puma, el jaguar y la serpiente.
A pesar de los esfuerzos del clero por imponer el cristianismo, las antiguas creencias y prácticas no desaparecieron del todo. Con el tiempo, el clero perdió influencia y, en su lugar, surgieron otras denominaciones como los evangelistas, los Testigos de Jehová, los Santos de los Últimos Días, y los pentecostales, que se enfocan en la adoración a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, sin venerar a los santos.
Durante la Inquisición, que duró varios siglos, se llevaron a cabo prácticas atroces, como torturas y asesinatos de personas inocentes, a menudo con el objetivo de apropiarse de sus bienes.
Advertisement
Los responsables de estos actos fueron el clero y sus seguidores, quienes, amparados en sus dogmas, se consideraban cristianos y hasta intentaron suprimir la difusión de la Biblia para que los humildes no pudieran leerla.
La fusión de la religión y las creencias indígenas.
En los pueblos de la sierra, la religión católica se fusionó con las creencias indígenas, y las celebraciones, ritos y actos de origen pagano fueron incorporados a las festividades locales. De esta forma, nacieron las fiestas patronales, que rinden culto a los santos protectores y agradecen por los favores o milagros recibidos.
Hoy en día, no hay ningún pueblo, por pequeño o humilde que sea, que no tenga su santo protector. En Lima, incluso se ha llegado al extremo de rendir culto a figuras como cantantes populares, como Chacalón, y a personas controvertidas como violadores y asesinos en lugares como Cajamarca y Arequipa, a quienes se les atribuyen poderes sobrenaturales.
En la provincia de Pallasca, Áncash, los once distritos, centros poblados y caseríos veneran a diversos santos en sus fiestas patronales. Por ejemplo, en Cabana se rinde culto al Apóstol Santiago; en Tauca a Santo Domingo de Guzmán; en Bolognesi a San Antonio de Padua; en Huandoval a San Agustín y Santa Rosa; en Pallasca a San Juan Bautista; en Conchucos al Señor de las Ánimas; en Pampas a San Agustín; en Llapo a San Marcos y a la Virgen de Copacabana; en Santa Rosa al Santo patrón Santa Rosa de Lima; en Huacaschuque a San Nicolás de Bari; y en Lacabamba a San Antonio.
Cada año, en estos distritos, se celebran las tradicionales fiestas patronales, que duran aproximadamente siete días, sin contar los novenarios. Durante estos festejos, la población se involucra plenamente en las festividades, que combinan elementos religiosos y costumbristas.
El chupe o la willana como anticipo de las fiestas.
Con anticipación, los devotos preparan un almuerzo especial conocido como «chupe» o «willana», en el que los priostes agasajan a sus invitados con deliciosos platos y abundante licor. Los asistentes, según su capacidad económica y voluntad, contribuyen con donaciones de víveres, licores, cerveza, fuegos artificiales, vacas locas, castillos y una gran cantidad de reses, carneros y porcinos, que serán sacrificados y consumidos durante las fiestas. También es común ofrecer diversas sumas de dinero.
Advertisement
Tanto la población urbana como los campesinos de los caseríos hacen provisiones y ahorran para comprarse ropa nueva y disfrutar del aguardiente en abundancia. Muchas personas que han emigrado a otras ciudades, como Lima, Chimbote, Trujillo, e incluso al extranjero, regresan para reunirse con sus paisanos y familiares, aprovechando estas celebraciones para volver a la tierra que los vio nacer.
Durante las fiestas, se consumen grandes cantidades de aguardiente, cientos de botijas de chicha, vino, coñac, ron y muchas docenas de cajas de cerveza. El tradicional “gro,” una mezcla de aguardiente con agua caliente, rodajas de limón y especias, endulzada con azúcar, es especialmente apreciado. La ancestral chicha de jora es servida por los devotos y oferentes a todos los que llegan a la casa de los devotos, ya sea al alba, durante la subida o en la bajada.
El rompimiento.
Las fiestas comienzan con el tradicional rompimiento, donde se baila por las calles durante toda la noche al ritmo de la banda de músicos que toca variados huaynos. El casco urbano se llena de gente, en su mayoría de otros lugares, que llega para disfrutar de la celebración. Los lugareños acogen a sus parientes y amigos, y los hoteles y casas de hospedaje se abarrotan.
Al día siguiente y durante los días siguientes hasta la víspera, se celebra la Mojiganga, un festejo típico que anuncia el paseo de una res. La Mojiganga es una celebración única en estos lugares y cuenta con una comparsa integrada por el Vilche o torero, que luce una colorida vestimenta y una hermosa enjalma; la patrona, el patrón, la pastora y el pastor, que representan las diversas clases sociales del pueblo.
Esta comparsa recorre todos los rincones del pueblo, bailando alegres huaynos interpretados por los Chirocos o Cajeros, acompañados de roncadoras y flautas, e invita al Paseo de la Res. Después de disfrutar de un apetitoso almuerzo en la casa de los devotos y oferentes, la multitud sale a las calles para acompañar el paseo de la res desde los distintos barrios hacia la Plaza de Armas. Allí, se encuentra con otros grupos provenientes de la casa de los priostes. El encuentro ocurre por la tarde en la esquina de la iglesia, donde se baila frenéticamente al ritmo de todas las bandas en competencia.
(*) Sifuentes, J. (2006). «Los hijos del patrón». Casa de la Literatura Peruana.