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hace 2 semanas,
En los cerros y chacras de los Andes peruanos, crece una planta que acompaña silenciosamente la vida de muchas comunidades: la muña (Minthostachys mollis). Su aroma fuerte y refrescante se reconoce a metros de distancia, y su uso se transmite de generación en generación. En las casas altoandinas, la muña no solo sirve como infusión, también cura, reconforta y protege.
Durante siglos, las familias rurales han recurrido a esta planta para tratar problemas digestivos, resfriados y dolores musculares. Hoy, la ciencia confirma varias de sus propiedades. Médicos naturistas, investigadores y promotores de salud comunitaria coinciden en algo: la muña se ha ganado un lugar en el botiquín natural del Perú.
La muña crece entre los 2500 y 3500 metros sobre el nivel del mar, en suelos secos y fríos. Las comunidades quechuas la conocen desde tiempos prehispánicos. En muchas zonas de Áncash, Huancavelica, Cusco y Ayacucho, las familias la cultivan en huertos o la recogen en los cerros cercanos.
“Desde niña aprendí a tomar mate de muña después de cada comida. Mi abuela decía que sacaba el frío del estómago y que abría el pecho cuando uno se enfermaba”, cuenta doña Elvira, agricultora de Llapo la provincia de Pallasca. Su testimonio refleja un conocimiento transmitido oralmente, con resultados visibles.
Investigadores peruanos del Instituto Nacional de Salud (INS) y universidades como San Marcos han analizado los aceites esenciales de la muña. Encontraron compuestos como mentona, pulegona y cineol, conocidos por sus efectos antimicrobianos, digestivos y antiinflamatorios.
Estos elementos actúan sobre el sistema digestivo y respiratorio. Una infusión caliente de muña reduce los gases, alivia el empacho y mejora la digestión pesada. Muchas personas prefieren esta planta sobre otras hierbas digestivas por su acción rápida y su aroma reconfortante.
También funciona como descongestionante natural. En las zonas frías de la sierra, la población hierve un puñado de muña y aspira el vapor para aliviar la congestión nasal. Esta práctica, acompañada de abrigo y descanso, ofrece resultados eficaces contra gripes y resfriados leves.
Además, quienes sufren de dolores articulares o musculares usan la muña en forma de baños, aceites o cataplasmas. Su efecto calmante y su capacidad para estimular la circulación brindan alivio a quienes padecen molestias por esfuerzo físico o enfermedades reumáticas.
Más allá de sus usos medicinales, la muña participa en la cocina tradicional. En varias regiones serranas, las cocineras la agregan a sopas, papas hervidas o salsas regionales. Su sabor intenso, similar al de la menta, con un toque más herbal, realza los alimentos y ayuda a conservarlos.
Después de las comidas, una taza de té de muña se convierte en ritual. En fiestas patronales, reuniones familiares o visitas inesperadas, los anfitriones ofrecen esta infusión como señal de cortesía y bienestar. También se le atribuye un efecto energizante suave, ideal para las jornadas largas de trabajo en el campo.
Estudios recientes en laboratorios locales demostraron que el aceite esencial de muña puede inhibir el crecimiento de bacterias como Escherichia coli y Staphylococcus aureus. Estos hallazgos abren la posibilidad de desarrollar productos naturales con aplicaciones antibacterianas, especialmente útiles en zonas con difícil acceso a medicamentos industriales.
Algunas marcas peruanas ya producen extractos, aceites, jarabes y cremas a base de muña. Aunque su distribución aún es limitada, los promotores de salud rural y las boticas naturistas comienzan a incluirlos en sus catálogos.
El crecimiento de la demanda, sin embargo, exige responsabilidad. En algunas zonas del país, la recolección indiscriminada ha puesto en riesgo la regeneración natural de la planta. Frente a esto, instituciones locales promueven el cultivo doméstico y comunitario.
“La muña crece fácilmente en macetas y jardines. No necesita riego constante ni fertilizantes, pero sí requiere respeto por los ciclos naturales”, explica Juan Arango, técnico agrónomo de una ONG que promueve fitoterapia en zonas rurales.
Las escuelas rurales también participan en la preservación. Los docentes enseñan a los niños a identificar plantas medicinales y a valorarlas como parte del conocimiento ancestral. Esta estrategia no solo protege la biodiversidad, también refuerza la autoestima cultural de las nuevas generaciones.
Desde las alturas de los Andes, la muña ha sido utilizada por generaciones para tratar diversas dolencias. Sus propiedades medicinales son conocidas por su capacidad para mejorar la digestión, reducir la inflamación y aliviar la congestión respiratoria. Además, su aroma refrescante es ideal para calmar tensiones y mejorar el bienestar general. No solo es un remedio natural efectivo, sino también parte de nuestra cultura ancestral. La muña es un ejemplo perfecto de cómo la naturaleza nos ofrece soluciones a problemas comunes de salud.
La muña representa más que una planta medicinal. Encierra siglos de sabiduría popular, resistencia frente al olvido y conexión con la tierra. En un contexto donde muchas personas buscan alternativas naturales para cuidar su salud, esta hierba andina se presenta como una aliada segura, eficaz y accesible.
Su uso no reemplaza la medicina moderna, pero puede complementarla con beneficios concretos y comprobados. La clave está en informarse, consultar con especialistas en salud natural y respetar tanto el conocimiento científico como el tradicional.
La próxima vez que suba a la sierra o visite un mercado local, busque la muña. Una hoja basta para comenzar el alivio. Y detrás de ese aroma inconfundible, encontrará una historia que sigue viva entre los cerros del Perú.
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