La Fiesta de las Cruces, que se celebra en mayo cada año en Cabana, Pallasca, es tradición llena de devoción, que perdura en el tiempo.
Con la llegada de los españoles a la ciudad de Cabana, en Pallasca, y la presencia de los frailes dominicos, el mes de mayo se convirtió en un momento especial para celebrar la Santísima Cruz, el madero sagrado donde nuestro Señor Jesucristo fue crucificado.
Los campos florecen tras las lluvias del frío invierno en nuestra sierra. Cada 3 de mayo, se celebra la Fiesta de la Cruz.
El Santo Madero, que lleva consigo la esencia del Jueves Santo, también es conocido como el Señor de las Ánimas de Cabana. En su altar, se encuentra una pintura de las almas en el purgatorio.
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Los Hermanos del Señor de Jueves Santo acuden al templo para «adornar» la Santa Cruz con flores de copcho, chugur, cartuchos y romero.
La festividad comienza con la tradicional danza del «toro de trapo», acompañada por los cajeros.
El 3 de mayo, la Cruz del Señor de Jueves Santo recorre la calle principal al ritmo de cantos y melodías de la banda.
Otras cruces célebres en nuestro pueblo incluyen la de Huangayoc, Tres Cruces, Mashgonga, Pashas, Siete Mundos, Combe, Chugalmaca, Huacollana, Cuybamba, Malape, Aconguir, Cain, los Molinos, Chugurmaca (donde se encuentra la Capilla del Perdón), Shitaball, la Cruz Misionera y el Puente Maravillas.
Estas cruces están ubicadas en peñascos o al inicio de los caminos de herradura. Los viajeros y agricultores se santiguan al pasar cerca de ellas, buscando protección contra Cañihuarac y los malos espíritus.
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Los devotos adornan las cruces y las llevan a la iglesia para la misa, devolviéndolas a su lugar al año siguiente.
La veneración al Santo Madero persiste en la provincia de Pallasca, Áncash. Al acercarnos a la cruz con reverencia, nos quitamos el sombrero o gorro y nos santiguamos. A veces, dejamos unas flores silvestres y unas piedras como ofrenda.
En silencio, pedimos por nuestros familiares y protección contra el maligno enemigo, deseando llegar sanos y salvos a nuestro destino.
La Fiesta de la Cruz de Pashas, cuidada por los «Ojashos», sigue viva en nuestra memoria. Cada mayo, los cajeros y, a veces, músicos con linternas, celebran la festividad. En la parte alta, se erige la Cruz con su Capilla.
Las veladas de las cruces continúan hasta finales de mayo, con mandolinas, guitarras, acordeones y rondines.
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Los cabanistas se quedan despiertos para disfrutar de un rico picante de carne y un caldo de carnero.
Las coplas que aún recordamos dicen así: «¡Oh Santísima Cruz de Mayo! Un hermoso ramo de flores campestres te ofrezco como regalo, para adornar el lugar donde murió mi Jesús».
La celebración de la Fiesta de las Cruces no se limita únicamente a Cabana, Pallasca. En todo el Perú, diversas localidades también rinden homenaje a esta festividad durante el mes de mayo.
La cruz, símbolo de fe y devoción, une a comunidades de diferentes regiones en un acto de veneración y alegría compartida.
En cada lugar, las cruces son adornadas con flores y se realizan danzas tradicionales en honor al Santo Madero.
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Los devotos se congregan para orar, cantar y expresar su gratitud. Aunque las costumbres pueden variar, la esencia de la Fiesta de las Cruces permanece intacta: recordar el sacrificio de Jesucristo y buscar protección espiritual.
La Fiesta de las Cruces es un momento de reflexión, oración y alegría compartida. A medida que llega mayo, los cabanistas esperan ansiosos para celebrar esta tradición, bailando al amanecer al ritmo de hermosas melodías.
La Cruz, símbolo de sacrificio y redención, sigue siendo un faro de esperanza para los pobladores de Cabana.
Con la colaboración de Jorge Enrique Sifuentes Reyes.